Llevo días pensando en cuánto me afectaba llorar todas las noches sin falta.
También llevo días recordando en el valor que tenía para disimular que nada pasaba.
Las mañanas en el trabajo, el desayuno largo, las miradas.
Hace tanto no sentía la sensación de pesadez en los ojos.
Las ojeras a causa de mi llanto llegaron para quedarse.
Pero es que el llanto es inevitable, al menos para mí, una persona que puede llorar con facilidad por cualquier cosa.
De repente las cosas vuelven a sentirse como antes, insípidas, sin sentido.
Estoy cargando con días de hartazgo y depresión, otra vez.
Otra vez estas ojeras, este dolor al mirar la luz, esta mirada vacía.
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